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Diatribas de una escritora: ¿La escritora nace o se hace?

          Todo el mundo puede escribir. No, no son palabras mías, es una afirmación que en estos días he leído por las RRSS. Afirmación, que no sé tú, pero yo, no comparto. De hecho, igual tú misma piensas que yo no tengo idea de escribir, ja, ja, ja, espero que no sea así; quiero pensar que has llegado aquí através de mis historias y, no por una cierta dosis de masoquismo.

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Diatribas de una escritora: Del algoritmo y otros demonios...

    El pasado verano, tras más de medio año de total inactividad en redes, decidí volver a ponerme las pilas. Curioso, luego volví a estar desaparecida, sí, lo reconozco, últimamente, estoy en modo Guadiana, apareciendo y desapareciendo en el camino. Bien, el asunto es que en aquel momento pensé que era el momento de regresar o de abandonar la faceta de escritora por siempre. 

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Diatribas de una escritora: Creando personajes.

       La semana pasada comentaba que en una de mis charlas con la IA me había sugerido hablar sobre mis personajes. Tema con el que no fue muy original o, visto de otro modo, igual he de darle la razón porque muchas han sido las veces que ustedes, es decir, mis lectoras, me han preguntado por el proceso de creación de los personajes. Sin ir más lejos, esta misma semana varias lectoras me han sugerido este tema cuando pregunté qué les gustaría leer en mis redes.

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Diatribas de una escritora: El nuevo cliché.

        Siempre he pensado que la realidad supera a la ficción, utilizando un símil futbolístico, por goleada. Ups, como la que pensaba que ayer Mbappé and cía le iba a dar a mi U.D. Las Palmas, pero nooo, no fue así. No, no voy a hablar de fútbol, sino del trending topic de la semana, es decir, ligoteo de supermercado.

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Diatribas de una escritora: El hilo de la discordia.

     Ojiplática, así me quedé el otro día y, fíjate por donde estoy metiendo la pata desde la primerísima palabra escrita. Te digo yo que no tengo perdón, pues, aún sabiendo que a ti como lectora no te gustan ese tipo de expresiones, voy yo y me creo en el derecho de pasarme las modas por el capuchón del  bolígrafo. Sí, lo sé, me he inventado la expresión, otra licencia que me permito, como la de dirigirme directamente a ti. Ja, si es que soy carne de gusanos, puafff, borro la metáfora, no soporto la imagen, me da mucha grima.

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Diatribas de una escritora: Cuando hablo sola...

        Esta mañana, para ti ayer, maravilla de los saltos temporales que escritores y lectores nos podemos permitir, abría un hilo en Threads. Un hilo o, más bien, el famoso melón o, como dirían los ingleses, «open a can of worms», expresión que tanto les gustó a mis alumnos de C1, bueno, en el dichoso hilo, que me voy por los cerros de Úbeda, comentaba que en estas últimas semanas en las que me he estad moviendo por aquellos lares no había podido evitar analizar a mis compañeros de teclas, incluyéndome a mí misma.

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Diatribas de una escritora: La dura realidad de ser autopublicada.

      Uno de los aspectos más pesados y tediosos cuando eres escritora autopublicada es el tiempo incalculable que has de dedicar al marketing y promoción de tu trabajo. Sinceramente, a veces tengo ganas de dejar mi trabajo a su suerte, que sea el destino, el azar o la divina providencia los que muevan los hilos de su futuro, para bien o para mal; pero, no soy así, no puedo abandonar a los personajes sin darles una oportunidad de poder vivir su historia. 

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Mismamente yo

       Aquí estoy, aún no da el reloj las 10am, las 9am en el paraíso, y estoy sentada tranquilamente en el salón. Bueno, tranquilamente pero no en silencio, llevo más de media hora escuchando una sierra mecánica o, lo que quiera que sea, no sé si es un jardinero MASACRANDO el jardín del chalet de la esquina o DESCUARTIZANDO a alguien. 

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Diatribas de una escritora: Creadora de ilusiones.

     Hablábamos la semana pasada sobre el síndrome del impostor, lo complicado que resulta reconocerse a uno mismo como, por ejemplo, una escritora o, por el contrario, lo fácil que es considerarse como una intrusa en el mundo literario. Por eso, hoy continúo de alguna manera con este mismo tema, porque recordé un post antiguo de cuando escribía en afilando mi pluma. 

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Diatribas de una escritora: ¿La escritora nace o se hace?

          Todo el mundo puede escribir. No, no son palabras mías, es una afirmación que en estos días he leído por las RRSS. Afirmación, que no sé tú, pero yo, no comparto. De hecho, igual tú misma piensas que yo no tengo idea de escribir, ja, ja, ja, espero que no sea así; quiero pensar que has llegado aquí através de mis historias y, no por una cierta dosis de masoquismo.

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Diatribas de una escritora: Del algoritmo y otros demonios...

    El pasado verano, tras más de medio año de total inactividad en redes, decidí volver a ponerme las pilas. Curioso, luego volví a estar desaparecida, sí, lo reconozco, últimamente, estoy en modo Guadiana, apareciendo y desapareciendo en el camino. Bien, el asunto es que en aquel momento pensé que era el momento de regresar o de abandonar la faceta de escritora por siempre. 

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Diatribas de una escritora: Creando personajes.

       La semana pasada comentaba que en una de mis charlas con la IA me había sugerido hablar sobre mis personajes. Tema con el que no fue muy original o, visto de otro modo, igual he de darle la razón porque muchas han sido las veces que ustedes, es decir, mis lectoras, me han preguntado por el proceso de creación de los personajes. Sin ir más lejos, esta misma semana varias lectoras me han sugerido este tema cuando pregunté qué les gustaría leer en mis redes.

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Diatribas de una escritora: El nuevo cliché.

        Siempre he pensado que la realidad supera a la ficción, utilizando un símil futbolístico, por goleada. Ups, como la que pensaba que ayer Mbappé and cía le iba a dar a mi U.D. Las Palmas, pero nooo, no fue así. No, no voy a hablar de fútbol, sino del trending topic de la semana, es decir, ligoteo de supermercado.

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Diatribas de una escritora: El hilo de la discordia.

     Ojiplática, así me quedé el otro día y, fíjate por donde estoy metiendo la pata desde la primerísima palabra escrita. Te digo yo que no tengo perdón, pues, aún sabiendo que a ti como lectora no te gustan ese tipo de expresiones, voy yo y me creo en el derecho de pasarme las modas por el capuchón del  bolígrafo. Sí, lo sé, me he inventado la expresión, otra licencia que me permito, como la de dirigirme directamente a ti. Ja, si es que soy carne de gusanos, puafff, borro la metáfora, no soporto la imagen, me da mucha grima.

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Diatribas de una escritora: Cuando hablo sola...

        Esta mañana, para ti ayer, maravilla de los saltos temporales que escritores y lectores nos podemos permitir, abría un hilo en Threads. Un hilo o, más bien, el famoso melón o, como dirían los ingleses, «open a can of worms», expresión que tanto les gustó a mis alumnos de C1, bueno, en el dichoso hilo, que me voy por los cerros de Úbeda, comentaba que en estas últimas semanas en las que me he estad moviendo por aquellos lares no había podido evitar analizar a mis compañeros de teclas, incluyéndome a mí misma.

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Diatribas de una escritora: La dura realidad de ser autopublicada.

      Uno de los aspectos más pesados y tediosos cuando eres escritora autopublicada es el tiempo incalculable que has de dedicar al marketing y promoción de tu trabajo. Sinceramente, a veces tengo ganas de dejar mi trabajo a su suerte, que sea el destino, el azar o la divina providencia los que muevan los hilos de su futuro, para bien o para mal; pero, no soy así, no puedo abandonar a los personajes sin darles una oportunidad de poder vivir su historia. 

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Mismamente yo

       Aquí estoy, aún no da el reloj las 10am, las 9am en el paraíso, y estoy sentada tranquilamente en el salón. Bueno, tranquilamente pero no en silencio, llevo más de media hora escuchando una sierra mecánica o, lo que quiera que sea, no sé si es un jardinero MASACRANDO el jardín del chalet de la esquina o DESCUARTIZANDO a alguien. 

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Diatribas de una escritora: Creadora de ilusiones.

     Hablábamos la semana pasada sobre el síndrome del impostor, lo complicado que resulta reconocerse a uno mismo como, por ejemplo, una escritora o, por el contrario, lo fácil que es considerarse como una intrusa en el mundo literario. Por eso, hoy continúo de alguna manera con este mismo tema, porque recordé un post antiguo de cuando escribía en afilando mi pluma. 

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Diatribas de una escritora: ¿La escritora nace o se hace?

          Todo el mundo puede escribir. No, no son palabras mías, es una afirmación que en estos días he leído por las RRSS. Afirmación, que no sé tú, pero yo, no comparto. De hecho, igual tú misma piensas que yo no tengo idea de escribir, ja, ja, ja, espero que no sea así; quiero pensar que has llegado aquí através de mis historias y, no por una cierta dosis de masoquismo.

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Diatribas de una escritora: Del algoritmo y otros demonios...

    El pasado verano, tras más de medio año de total inactividad en redes, decidí volver a ponerme las pilas. Curioso, luego volví a estar desaparecida, sí, lo reconozco, últimamente, estoy en modo Guadiana, apareciendo y desapareciendo en el camino. Bien, el asunto es que en aquel momento pensé que era el momento de regresar o de abandonar la faceta de escritora por siempre. 

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Diatribas de una escritora: Creando personajes.

       La semana pasada comentaba que en una de mis charlas con la IA me había sugerido hablar sobre mis personajes. Tema con el que no fue muy original o, visto de otro modo, igual he de darle la razón porque muchas han sido las veces que ustedes, es decir, mis lectoras, me han preguntado por el proceso de creación de los personajes. Sin ir más lejos, esta misma semana varias lectoras me han sugerido este tema cuando pregunté qué les gustaría leer en mis redes.

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        Siempre he pensado que la realidad supera a la ficción, utilizando un símil futbolístico, por goleada. Ups, como la que pensaba que ayer Mbappé and cía le iba a dar a mi U.D. Las Palmas, pero nooo, no fue así. No, no voy a hablar de fútbol, sino del trending topic de la semana, es decir, ligoteo de supermercado.

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Diatribas de una escritora: El hilo de la discordia.

     Ojiplática, así me quedé el otro día y, fíjate por donde estoy metiendo la pata desde la primerísima palabra escrita. Te digo yo que no tengo perdón, pues, aún sabiendo que a ti como lectora no te gustan ese tipo de expresiones, voy yo y me creo en el derecho de pasarme las modas por el capuchón del  bolígrafo. Sí, lo sé, me he inventado la expresión, otra licencia que me permito, como la de dirigirme directamente a ti. Ja, si es que soy carne de gusanos, puafff, borro la metáfora, no soporto la imagen, me da mucha grima.

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Diatribas de una escritora: Cuando hablo sola...

        Esta mañana, para ti ayer, maravilla de los saltos temporales que escritores y lectores nos podemos permitir, abría un hilo en Threads. Un hilo o, más bien, el famoso melón o, como dirían los ingleses, «open a can of worms», expresión que tanto les gustó a mis alumnos de C1, bueno, en el dichoso hilo, que me voy por los cerros de Úbeda, comentaba que en estas últimas semanas en las que me he estad moviendo por aquellos lares no había podido evitar analizar a mis compañeros de teclas, incluyéndome a mí misma.

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Diatribas de una escritora: La dura realidad de ser autopublicada.

      Uno de los aspectos más pesados y tediosos cuando eres escritora autopublicada es el tiempo incalculable que has de dedicar al marketing y promoción de tu trabajo. Sinceramente, a veces tengo ganas de dejar mi trabajo a su suerte, que sea el destino, el azar o la divina providencia los que muevan los hilos de su futuro, para bien o para mal; pero, no soy así, no puedo abandonar a los personajes sin darles una oportunidad de poder vivir su historia. 

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Mismamente yo

       Aquí estoy, aún no da el reloj las 10am, las 9am en el paraíso, y estoy sentada tranquilamente en el salón. Bueno, tranquilamente pero no en silencio, llevo más de media hora escuchando una sierra mecánica o, lo que quiera que sea, no sé si es un jardinero MASACRANDO el jardín del chalet de la esquina o DESCUARTIZANDO a alguien. 

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Diatribas de una escritora: Creadora de ilusiones.

     Hablábamos la semana pasada sobre el síndrome del impostor, lo complicado que resulta reconocerse a uno mismo como, por ejemplo, una escritora o, por el contrario, lo fácil que es considerarse como una intrusa en el mundo literario. Por eso, hoy continúo de alguna manera con este mismo tema, porque recordé un post antiguo de cuando escribía en afilando mi pluma. 

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     Decía Hemingway, «Al escribir una novela, un escritor debe escribir personas vivas. Personas, no personajes. Un personaje es una caricatura.» No seré yo quien le lleve la contraria a uno de los grandes novelistas y cuentistas del siglo XX, es más, estoy totalmente de acuerdo con sus palabras. De no creer que son personas, loca estaría al mantener conversaciones con los míos, especialmente, cuando alguno se ha colado en mis sueños para decirme no estar de acuerdo con un determinado final.

    Más allá de la anécdota, cuando nos sentamos a crear a los protagonistas de una historia, llenamos páginas con multitud de detalles, no solo importa su color de ojos, pelo, altura, peso. No, no sé mis compañeras de teclas, pero yo necesito saber si es zurdo o diestro, qué tipo de música prefiere, si tiene alguna intolerancia alimentaria (Uff... recuerdo mis mosqueos al crear a Patty y descubrir la realidad de un celiaco), alergias y, por supuesto, ideologias políticas, creencias religiosas, qué ha estudiado, a qué se dedica y, un sinfín de características. De ahí, que no creemos personajes sino personas, la única diferencia es que ellos solo respiran y hablan cuando el lector pasa las páginas del libro en el que vive. 

    Esa es la parte «fácil» del trabajo de creación, luego llega la complicada, darle vida y conseguir que el lector sienta empatía hacia él o ella, incluso, que aún no estando de acuerdo con su manera de pensar o de actuar comprenda el porqué de una determinada reacción. Por ejemplo, en Carpe Diem, Sira, un personaje a priori antipático, despertó la curiosidad de muchas lectoras, llegando a pedirme su propia historia. Algo que ni me planteo por el momento, ja, ja, ja, no voy a decir que no lo haré, porque nunca se sabe, ja, ja, ja. 

   Y si ese intento de crear un hilo de unión entre personas ficticias y reales es difícil, luego llega la parte dolorosa, cuando alguien te dice que no empatiza con alguien creado por ti, eso no quiere decir que hicieras un mal trabajo; en la mayoría de los casos es porque quien lee no tiene absolutamente nada que ver con ese personaje ( perdón, Ernest por llamarlo así). Bien distinto sería que nadie empatice con él, ahí el problema es nuestro, de los escritores.

    Escritores a los que nos tienen que perdonar ese gen «cotilla», utilizando las palabras de la narradora de mi última novela, Historias de mi escalera, en la que nos presenta como esos cotillas que no podemos evitar imaginar qué sucede tras una puerta o una ventana. Yo, con el permiso y, sin él, de mis familiares, amigos, conocidos y a algún desconocido, de esas personas que te cruzas en el metro, calle, etc...) voy a seguir fijándome en tu manera de actuar, de tocarte el pelo, de sonreír... para usarlo en mis realidades paralelas.

Muaaackis...muaaackis

Eva

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