
Ajena a la desbordante alegría del salón principal, Clara se sentó en la cubierta superior del crucero. Hacía solo dos horas que había puesto el punto final a su último libro y, por primera vez en meses, su cabeza estaba en silencio. La ausencia de las voces de sus personajes la hacía sentir vacía, casi traicionada. Habían conseguido su final feliz, pero ella se había quedado sin nada.
Su copa también estaba vacía, solo con los restos de sal de una margarita en el borde. Le apetecía otra; necesitaba brindar por un trabajo bien hecho. "Hora de socializar con personas reales", murmuró. Se levantó y se dirigió al concurrido salón, donde cientos de cuerpos bronceados bailaban al son de la misma melodía que durante meses había sonado en su mente.
Una sonrisa instantánea se dibujó en su rostro al recordar la serendipia que unió a sus protagonistas: un encuentro accidental con un camarero y una bandeja de copas. Y como si la ficción hubiera saltado de las páginas, una ráfaga de viento cerró de golpe la puerta del salón, haciéndola tambalearse. Asombrada, Clara vio cómo una bandeja vacía caía ante los pies de un hombre que parecía haber salido de su libro.
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Comentarios
Me repito más que el ajo, pero no me cansaré de decirte que me quito el sombrero.
Me encanta!!!
Oooh, eso no me lo esperaba.
Quiero quiero más......siempre sorprendes como consigues unir todas las palabras que te damos(que a veces no son fáciles)para que la intriga y las ganas de saber más del relato se cuelen hasta el tuétano. Mi palabra metanoia