
Las llamas no eran de un incendio real, sino de la pura pasión que emanaba del escenario y encendía a la multitud. Aquella noche, no se necesitaron bomberos; la deflagración era emocional, una mezcla catártica de la rabiosa oxitocina de los asistentes y la energía irradiada por la nueva diva de la música.
Un palpable encantamiento se extendía por el auditorio, mientras cada acorde y cada palabra, convertida en canción, resonaban en el aire. La curiosidad, la magia y la energía se palpaban en el ambiente. A pocos metros del escenario, Diana vibraba con cada nota, especialmente al ver a su abuela. Parecía que la música, con cada compás, la rescataba del olvido al que lentamente empezaba a sucumbir. Y en ese concierto, la magia sucedía: la abuela, con una sonrisa en el rostro, volvía a vivir.
Añadir comentario
Comentarios
Guau...Me ha encantado, ese recate del olvido en el que se ve envuelta. Simplemente, delicioso, a la vez que te deja pensando en la terrible y dolorosa pèrdida de memoria.
Cada semana me sorprendes. Mi palabra para la próxima semana es CARACOL.
No me creerás, pero me he emocionado, me toca muy de cerca este tema. No imaginas lo que lloré con Mr Roberts en Tenías que ser tú.
Poder transmitír tanto en tan pocas palabras es increible.
Una vez más me quito el sombrero.
Sumamente triste y emocionante a la vez 😳 hermosa nocha para la abuela y nieta. Gracias 😊
Simplemente emocionante.
Acabo de leer el relato pues no me llegó, como siempre encantada con tus historias